martes, 10 de diciembre de 2013

¡Nos trasladamos!

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Saludos cordiales del autor.

Göran.

lunes, 2 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XVI: Barreras


Habían ido pasando los días, seguimos nuestro camino, más cautelosos que nunca. Cada vez veíamos más cerca la lejana silueta de la ciudad en el horizonte. Nos habíamos deshecho de lo que no necesitábamos, con lo justo íbamos sobrados, más ágiles, más rápidos, menos cansados y más silenciosos.
Empecé a elaborar pequeñas cuchillas que pensaba arrojar al primero que alzara la mano contra nosotros, hechas con pedazos de metal que encontrábamos por el camino.
Miércoles se había vuelto algo sombría, supuse que la había trastornado el pequeño evento de hacía unas semanas con aquellos hombres. Se detenía, con la mirada perdida y vacía, y contemplaba nuestro alrededor como si buscara algo que, evidentemente, no estaba ahí.

-Llevo varios días pensando que deberíamos cambiar de dirección, hemos ido en línea más o menos recta muchísimos kilómetros ya, ¿no crees? –La miré esperando una respuesta, pero todo lo que conseguí fue un suspiro desanimado- Oye, mira, vamos a hacer algo para comer, busquemos un lugar más apartado para hacer una hoguera y luego iremos a por comida, ¿te parece?
-Vale… -Fue toda su respuesta. Si lo hubiera dicho con menos ánimo ni siquiera habría salido aire de su boca.

Nos desviamos unos cien metros entrando en un encinar en el que se oía cantar a algunos pájaros y se oía también el fluir de un riachuelo. Encontramos bastante madera y un pequeño claro en el que instalarnos, tras muchos intentos conseguimos encender un pequeño fuego que nos dio el calor suficiente para no querer irnos de aquél lugar que parecía mágico. Nos sentamos en un viejo tronco que acercamos hasta la hoguera y preparamos una sopa de verduras y raíces que sabía más bien a tierra y a corteza de árbol, pero no estaba mala en absoluto, más bien bastante rica.

-¿Qué te ocurre? Llevas desde aquél día casi sin hablar, como si fueras un cuerpo vacío, empiezo a estar bastante preocupado. ¿Hay algo que yo pueda hacer?
-Estoy bien, sólo quiero que si encontramos a alguien no intente matarnos -Hizo una pausa demasiado larga. –Lo que me hicieron esos hombres… Y lo que les hice yo después, lo que te hicieron a ti… Tengo miedo –Dijo levantando la cabeza, mirándome con los ojos entrecerrados mientras lágrimas caían por sus mejillas sucias de andar por el llano.
-No llores, pequeña, yo estoy contigo y te protegeré.

Terminamos de comer cuando la última luz se escondió tras el horizonte y yo hice la primera guardia. Más bien la única, no conseguía dormir y por lo visto Miércoles no parecía ser capaz de mantenerse despierta.

Cuando amaneció yo había caído finalmente en un sueño profundo, y la pequeña Miércoles se acababa de levantar y estaba preparando un desayuno a base de unos peces que fue a pescar al río, jamás me contó cómo había conseguido cogerlos, sin ninguna herramienta, y no eran precisamente pequeños. Me despertó el olor a pescado asado al fuego.
Desayunamos con una magnífica sonrisa en nuestros rostros, estaba delicioso, y hacía tiempo que no probábamos comida tan sabrosa. Al terminar recogimos los bártulos y volvimos al límite del encinar, la bruma matutina casi hizo que nos perdiéramos, y seguía habiendo aún fuera del bosque.

Caminamos durante un buen rato hasta que el sol se alzó lo suficiente como para disipar la niebla que empastaba la vista, para entonces ya habíamos andado poco más de un kilómetro y medio.

-¿Qué es eso? –Preguntó Miércoles, mientras se detenía en seco y señalaba en la dirección en la que andábamos.
-¿El qué? –Miré hacia el frente e intenté enfocar la vista, distinguí una especie de sombra entre la niebla, muy a lo lejos. –Yo no veo nada, sigamos, no hay nada que temer, ayer no vimos pueblos.

A medida que la niebla se disipaba íbamos avanzando, y a medida que avanzábamos más despacio íbamos, incrédulos, hasta que llegamos a la base de un enorme muro de unos diez metros de altura, como mínimo, y no parecía tener fin, miráramos hacia donde miráramos, veíamos un enorme muro de roca maciza, absoluta y perfectamente lisa, sin ningún sitio del que agarrarse. Cuando el día se había aclarado del todo vimos que, a los pies de aquella pared enorme, se encontraban restos de animales y, para nuestra sorpresa, personas, todas como si intentaran trepar por la lisa superficie de roca viva.

-¿Y ahora qué? –Preguntamos a la vez mientras mirábamos, incrédulos, aquella magnífica y aterrorizante pared lisa como el cristal.

-Habrá que rodearla, no podemos quedarnos aquí eternamente. –Dije, al fin. –Si al final resulta que no se puede pasar ya veremos qué hacemos.

-De acuerdo estoy, no podemos quedarnos aquí plantados esperando a que se abra por arte de magia.

-¿Derecha o izquierda? No creo que haya mucha diferencia –dije.

-Tu derecha, yo izquierda, lo jugamos a piedra, papel o tijeras, vamos en la dirección del que gane, ¿de acuerdo?

-Pero…

-Ni pero ni nada, hace mucho tiempo que no juegas conmigo, por lo menos ahora tengo una excusa para hacerte jugar a algo.

-De acuerdo.

Ganó ella, nos dirigimos a nuestra izquierda, a lo lejos se veían unas colinas, quizás alcanzáramos a ver, por lo menos, lo que había al otro lado subiendo a alguna de ellas.

Empezamos a andar y nos dimos cuenta de que el sol justamente nos seguía, de modo que íbamos hacia el oeste.

-Ojalá encontremos algo que no quiera matarnos al final de este muro –dijo Miércoles, por lo bajo.

-Ojalá, hermanita.

lunes, 25 de noviembre de 2013

CAPÍTULO XV: Sangre


Rodeé la cabaña protegido por la oscuridad hasta que pude ver, a través de un hueco en la pared, lo que ocurría en la habitación en la que oí a Miércoles.
La vi sentada en una silla junto a una mesa, atada, con varios cortes y moratones.

Me hervía la sangre.

No había rastro de los captores, tanteé la pared hasta que hallé otro agujero bastante grande para meter la mano. Agarré fuerte y tiré hacia mí.

La madera de la pared estaba tan mal que casi ni crujió al tirar del tablón hacia fuera. Se partió como si fuera simple corcho. Me asomé al interior, Miércoles estaba justo en frente de mí, y vi que en la mesa había un bloc con notas, un bolígrafo y varias herramientas que asumí se usaban para sacarle la información que fuera a quien fuera.

Otra vez comprobé que no hubiera moros en la costa, me colé por aquella brecha en la pared y fui directo a soltar a mi querida hermana. Corté sus ataduras y la abracé, hice un gesto de que estuviera en silencio y se quedara sentada.

-Quédate aquí, si parece que sigues atada no te harán nada- le susurré al oído, le di un cuchillo, que escondió rápidamente en su manga- si llega el momento sé que podrás defenderte. Te quiero.
-Gracias-fue lo único que pudo articular mientras lloraba y sus lágrimas caían por sus mejillas golpeadas y cruzaban sus labios partidos.
-Estos hijos de perra sabrán lo que es cabrearme.

Apreté los dientes y me acerqué a la puerta. La estancia donde estaban todas aquellas personas durmiendo seguía en la penumbra, sólo se oía alguna respiración pesada. Parecía que aquella gente no estuviera en su mejor forma.
Al otro lado había una puerta en la que no había reparado, me acerqué y escuché a través de ella, parecía que alguien se acercaba despacio.

Me oculté detrás de la puerta, oí que era un solo hombre, tal y como entró le cogí por la espalda y le agarré por el cuello con el cuchillo apretado contra su piel.
-Como des la alarma te corto el cuello ahora mismo. Dime quiénes sois y por qué habéis secuestrado a esta chica. Ahora- exigí con evidente enfado- o te rebano en pedacitos.
-Vale, vale, tranquilo, oye, yo no he hecho nada, sólo me han dicho que le eche un ojo. –La verdad es que me pareció que hablaba con sinceridad, parecía muy asustado, lo cual era normal, no había nadie en kilómetros a la redonda, o eso parecía. Solté el brazo y le agarré por el hombro, amenazándolo aún con el cuchillo, que bailaba en mi mano cerca de su cara-Somos un equipo de exploración, nuestra base está a varios kilómetros al sur, buscábamos provisiones y supervivientes por esta zona.
-No sé si debo creerte, ¿cuántos sois? ¿por qué la habéis golpeado?- Le miré desafiando, él sabía que la respuesta debía ser clara- Como no me lo digas te sacaré los ojos.
-Somos cuatro, te he dicho que somos un equipo de exploración, no sé por qué la habrán golpeado, yo he estado fuera arreglando uno de los vehículos ligeros, lo juro.

Le di un golpe y le dejé inconsciente, le até y le puse detrás de la puerta. Luego me aventuré a través de la misma. Había dos habitaciones más, una de ellas abierta, era una cocina vacía, sólo había unos pocos restos de la cena de aquella gente. Me acerqué y me guardé un par de trozos de pan y carne asada en la mochila envueltos en un trapo. Miércoles estaría hambrienta al acabar esa aventurilla, y yo más aún. Al salir oí a alguien hablando, algo sobre que era tarde. Parecía que se habían ido a dormir y montaban guardia por turnos.
Entreabrí la puerta y vi que había alguien sentado frente a una fogata, de espaldas a mí. Un poco más allá había un par de catres con dos más dormidos.

-Parece fácil, mejor ir con ojo- me dije.

Sigilosamente me puse detrás de aquél hombre y le puse el cuchillo en el cuello.
-Silencio. Como digas algo pierdes el cuello- dije- ven, despacio y sin armar escándalo.
-Vale, tranquilo, no hemos hecho nada- dijo el hombre, asustado.

Salimos de la estancia y, ya en el pasillo, cerré la puerta.
-Tu compañero no ha sabido explicarme bien qué estáis haciendo aquí, ni por qué habéis capturado y torturado a la chica. Ni quién es esa gente de la otra sala- vi, a través de su mirada, que no estaba ni la mitad de asustado que lo que intentaba hacer parecer. Le agarré por el cuello y le puse el cuchillo en un ojo- te lo saco si no respondes adecuadamente.
-Tío, sólo estábamos buscando provisiones, el otro día pasamos por una vieja estación de servicio y unos locos salieron disparados en un coche que montó una escandalera, se habían llevado todas las provisiones y tuvimos que buscar más- me explicó el tipo- y no hace mucho alguien nos atacó, mató a un compañero mío, Frank, era un buen tío. Luego huyó, pensábamos que ella podía tener algo que ver, no hay nadie más cerca. Sobre la gente de la otra sala… No son gente, son prisioneros y los llevamos de vuelta a nuestra base al sur, esperamos que la mayoría sigan vivos al llegar.

De pronto me dio un codazo. No lo vi venir. Me tiró al suelo y le di una patada, él respondió a mi golpe echándose atrás y luego saltó sobre mí. El ruido del forcejeo despertó a los compañeros del tipo y salieron corriendo a ver qué pasaba. Me agarraron entre los tres y me sacudieron hasta quedarse a gusto, luego me llevaron donde Miércoles. Al verme llegar contuvo la respiración.
-Dejadnos –dijo aquél tipo, que parecía ser el líder- le voy a explicar un par de cosas a este tío.
-Si jefe –dijeron los otros dos.
Salieron y cerraron la puerta, el jefe me miró. Estaba atado al otro lado de la mesa, frente a Miércoles.
-No sabes cómo disfruté haciéndole esto a la pequeña –dijo burlonamente, mientras me miraba fijamente con una sonrisa despreciable y se ponía en cuclillas junto a Miércoles- gritaba tanto… Casi temí que llamara la atención de alguien.
-¿Qué quieres? ¿Nos encadenarás como a los demás y nos llevarás a tu base? Debes ser un héroe para los tuyos.
Miércoles levantó la cabeza, miró al tipo y le hundió el cuchillo en el cuello tan rápido que no supe ni reaccionar, me quedé plantado viendo como su expresión cambiaba hacia el miedo y el dolor.
-No grité tanto, gilip**s –le dijo Miércoles al oído mientras salivaba sangre y sus ojos perdían el poco brillo que habían tenido- no volverás a tocarnos a mí ni a mi hermano –Le temblaba la voz al decirlo, a la vez retorció el cuchillo y lo hundió más.

Se levantó y se encaró con la puerta, se volvió hacia mí, me soltó y me besó en la mejilla.
-Ahora vuelvo, hermanito.

-¿Pero qué…? ¡Agh…! –se oyó viniendo del final del pasillo, al poco volvió con las manos y la ropa manchados completamente de sangre.

-Ven, hermanito, vamos a curarte esas pupas, no queremos que se te infecten –dijo, sonriéndome.

Me desató y me llevó fuera. Estaba amaneciendo, subimos a uno de los buggys y volvimos a nuestro campamento. Al llegar me hizo tumbar en las mantas, me cubrió hasta el cuello y volvió a encender el fuego.

-¿Estás bien? –dije, mirándola. Estaba como ida.
-Claro que estoy bien, hermanito, eres tú quien se ha hecho pupa –me dio la sensación de que estaba en shock.
-Tú también tienes pupas. Deja el fuego, ya hemos llamado la atención de muchos. Deberías dormir.

Me miró, miró al fuego, volvió a mirarme, con ojos cansados y tristes, apagó el fuego y se acurrucó a mi lado, se tapó y se durmió al instante, aún cubierta con la sangre de aquellos completos desconocidos, como si no fuera nada.

-Buenas noches, hermanita –le dije, acariciándole el pelo.
-Buenos días, porque es de día –susurró- gracias por salvarme.

lunes, 11 de noviembre de 2013

CAPÍTULO XIV: En la oscuridad


Al cabo de varios kilómetros encontramos restos de un campamento reciente, había cenizas aún humeantes y huellas de ruedas.

-Debemos andar cerca de los que nos encontraron en la estación de servicio.

-Pues habrá que andarse con mucho ojo, no sabemos si son amistosos.

-¡Tampoco sabemos si son peligrosos! ¿Siempre tienes que verlo todo negro? Nadie te cae bien, todo siempre es malo. Pues yo echo de menos estar con gente, la justa y necesaria, pero hablar con alguien de vez en cuando viene bien, ¿sabes?

-Eso no es verdad, tú me caes bien. Es sólo que… No sé. Me da miedo que pueda pasarte algo malo.

-¿Algo malo? ¿Eres consciente de en qué mundo vivimos? Tras la Séptima Guerra la sociedad volvió casi en su totalidad hacia atrás varios siglos, después, justo cuando parecía que empezábamos a evolucionar de nuevo, empezaron los casos de terrorismo químico. Ataques anónimos contra todos los países, ni siquiera había razones políticas, no tiene sentido. Después de eso el mundo acabó en lo que puedes ver, un páramo medio destruido lleno de gente que intenta matarse mutuamente y criaturas que sólo buscan devorar carne fresca y sana. ¿No crees que ése “algo malo” ya ha pasado? Eres increíble.

-Eh, todo eso yo me lo he perdido, intento sobrevivir, ¿de acuerdo? Me gustaría que pudiéramos dormir por la noche sin estar pendientes de si amaneceremos enteros.

-Pareces mi padre.

-No me digas ésas cosas, que me deprimo…

-No me pongas ésa cara, ven. Lo siento, hermanito.

-Desde que desperté sólo me han pasado cosas malas, incluso antes siquiera de que me congelaran, si es que lo hicieron, sólo recuerdo una vida insulsa y vacía.

-Bueno, no es así del todo. Piensa que has sobrevivido a muchas cosas difíciles, incluso tuvimos que huir de aquél troll, y hemos viajado en un islote flotante por un río. Creo que eso no es moco de pavo.

-Tienes razón. Eh, vamos a seguir un rato más, ¿vale? Luego acamparemos.

-Bien, pues vamos, aunque no estoy segura de querer cruzarme con esta gente.

-¿Ves? ¡Eres como yo! –Empecé a reírme mientras Miércoles me atizaba con una rama que encontró en el suelo. -¡No me pegues! La verdad duele, ¿eh?

-¡Cállate!

Me persiguió, dando vueltas por el lugar hasta que tropecé con una rodera que habían dejado los antiguos inquilinos del lugar.

-¿Estás bien?

-Sí, estas roderas parecen más recientes que las demás, veamos a dónde conducen.

Seguimos aquellas marcas de neumáticos durante varios cientos de metros, siempre vigilando que nadie estuviera vigilándonos ni siguiéndonos. Al final desistimos y volvimos al campamento. Buscamos si habían dejado algo útil atrás, pero no hubo suerte.

-Se está haciendo tarde, ¿vas tú a por leña? Usaremos las brasas que queden calientes para facilitar encender el fuego, hay que hacerlo pequeño para que no haga mucho humo. Yo buscaré algo para comer.

-De acuerdo.

Miércoles partió y empezó a recoger ramitas y hierbas secas por los matorrales cercanos y yo fui hacia una arboleda cercana donde esperaba que hubiera algún animalillo que llevarnos al estómago. Finalmente encontré una especie de rata gigante que debía pesar unos quince kilos, así que tendríamos para rato.
Después de seguirla durante varios cientos de metros, a hurtadillas, intentando ser todo lo sigiloso posible, conseguí apresarla y le partí el cráneo de una pedrada.
No es que me guste matar, ni siquiera me gusta saber que ‘algo’ ha muerto, sea un animal, planta, insecto, o lo que sea. Pero había que comer, y el ser humano es omnívoro por alguna razón.
Después de llevarme la cena hasta un pequeño arroyo cercano a lavarla y quitarle la piel, cogí una rama, até aquél animal por las patas a la rama y me la cargué al hombro. Casi había oscurecido, así que fui corriendo de vuelta al campamento.

Miércoles había preparado una lona para cubrirnos por si llovía, el fuego estaba casi apagado, y ella no estaba.

-¿Dónde estará? ¡Miércoles! ¿Dónde te has metido?

No hubo respuesta. Esperé un par de minutos, puse a la desdichada rata colgada sobre el fuego, que avivé ligeramente para que se empezara a cocinar, cogí el cuchillo y salí a buscarla.
Tras caminar en círculos durante un rato, por si se hubiera caído por los alrededores y hubiera quedado tendida, me acordé de las roderas.

¿Y si han vuelto? ¿Se la habrán llevado? ¿A dónde?

Sólo podía pensar en lo horribles que sabía que podrían ser un grupo de hombres adultos, y posiblemente necesitados, con una chica indefensa.
Fui directo a por la linterna de manivela, con eso era imposible quedarse sin pilas. Busqué el lugar donde empezaban las roderas y empecé a seguirlas.

Anduve en la oscuridad durante lo que me pareció una eternidad, con la linterna apagada, sólo iba a usarla si hacía falta, si me veían podría ser el fin. Cuando estaba a punto de darme por vencido y volver para esperar al alba divisé una luz tenue a lo lejos. Fui directo hacia ella.
Me acerqué despacio, era una casucha medio en ruinas. Distinguí varios vehículos que parecían hechos a base de piezas, como buggys hechos de chatarra. Vi que la luz provenía de una ventana con unos tablones que la cerraban en su mayoría.
Dentro vi varias personas durmiendo, no pude distinguir si eran hombres, mujeres, o simples críos, estaban todos juntos, conservando el calor. Debía haber media docena.
También vi una puerta al otro lado que daba a otra estancia. Levemente se oía a alguien trasteando con algo en esa habitación, de ahí venía la luz.

De pronto oí un grito.

Un grito de una chica.

¡Miércoles!

miércoles, 6 de noviembre de 2013

CAPÍTULO XIII: Truenos y rayos

Tras la súbita y seca revelación de que llevaba varios cientos de años de desfase respecto al mundo real tuve que tomar un poco el aire. Salimos de la carretera, avanzamos tanto como pudimos pero la reserva de combustible era limitada, y aunque parecía que habíamos conseguido llegar a escasos kilómetros de la ciudad, que cada vez parecía más inalcanzable, aún nos faltaban varios días de camino, y cada vez estábamos menos convencidos de volver a lugares edificados, hasta ahora sólo nos habían traído problemas, huidas rápidas y sustos innecesarios.

-Llevas sin hablar desde hace dos días, ¿quieres decirme qué te pasa?
-La última vez que recuerdo haber salido a la calle un día cualquiera, con gente viva alrededor y tal, era el año 2015.
-Tus muelas, eso no es verdad, no puede serlo, ¿cuántos años tienes? Deberías ser el anciano más anciano de entre todos los ancianos. ¿No te quedas conmigo, verdad? –Su cara empezó a transformarse en una mueca de absoluta incomprensión, me miraba fijamente con sus ojos bien abiertos, luminosos.
-No, amanecí en una especie de hospital, no recuerdo demasiado, no recuerdo cómo llegué allí, recuerdo un accidente de moto, volviendo de trabajar un día a finales de verano, me debí quedar inconsciente y me desperté en una clínica de mi ciudad.
-Ni idea, aquí hospitales lo que son hospitales no hay, hace mucho que no hay. Los avances de ingeniería médica y genética nos permiten curarnos con un aparatito bastante caro, pero nos cura prácticamente cualquier cosa, incluso se ha alargado la esperanza de vida hasta los doscientos años, luego dejaron de funcionar y empezó la guerra. ¿No recuerdas nada más?

-Cuando salí del hospital no había nadie, todo estaba vacío, como si la gente se hubiera desvanecido, no sé por qué. –La cabeza empezaba a dolerme, no había pensado en ello desde hacía tiempo, algunas cosas ni siquiera sabía si eran reales…

-¿Desvanecido? ¿Desaparecido? Eso empieza a sonarme a algo, ¿qué más recuerdas?

-Vagué por la ciudad, me encontré con una refugiada y huimos de una especie de entes que nos perseguían entre la niebla que se iba formando, ni siquiera llegamos a verlos. Luego tuvimos un encuentro con un ser extraño que nos contó la historia de cómo había acabado así la ciudad, no tenía tampoco demasiado sentido. Lo siguiente que recuerdo es que dormimos mi compañera y yo en la guarida de aquél tipo y desperté sólo, en la absoluta oscuridad, y a merced de una bestia enorme y horrible que dormía en frente de mí. Intenté escapar sigilosamente, pero como no veía nada acabé despertando al ser, que me persiguió por una especie de red de túneles hasta que conseguí salir a una calle, una vez ahí me escondí sólo para ver como un grupo enorme de aquellos seres de la niebla pasaba muy cerca de mí. Entre medias recuerdo haber ido vagando por una zona desértica en moto, dejando familia y trabajo atrás, emprendí una especie de viaje para encontrarme a mí mismo. Luego desperté en aquella especie de hospital.

-Creo que ya sé qué te pasó, lo leí en un libro de historia cuando aún iba a clase, recuerdo que hablaba algo así como que allá por tu época hubo una serie de personas que se quedaron inconscientes por causas habituales el mismo día, y al despertar no veían a la gente, o les veían muy distorsionados, nadie conseguía hablar con ellos, reaccionaban de forma aterrorizada y violenta. Se relacionaron los casos con alguna clase de esquizofrenia o paranoia muy extraña. Se encerró a los que la padecían en hospitales psiquiátricos para su seguridad y posterior estudio, algunos murieron a causa de las pruebas y otros a causa de sus constantes intentos de huida provocados por el miedo a lo que creían ver. Supongo que tú eras uno de esos pacientes, el recuerdo de haber emprendido ese viaje puede ser debido a que realmente lo emprendieras, aunque no creo que estuvieras dejando nada atrás, quizás sólo fue una forma de tu mente de mantenerse cuerda. Cuando vieron que no sabían qué hacer con aquellos pacientes los mandaron a un proyecto experimental de criogenización que permitiría que se les estudiara en un futuro y quizás se pudiera encontrar una cura, además así se pondría en práctica la maquinaria.

-O sea, que sufrí una especie de enfermedad mental, estoy loco, y encima me congelaron y me mandaron al futuro.

-Más o menos, bueno, ¡un poco loco sí que estás! –Empezó a reír y me abrazó- Por lo menos sigues vivo y no parece que hubiera secuelas graves. Digo yo que el hospital en el que recuerdas haber despertado fue en el que estudiaban tu caso.

-Pues no fue demasiado bien…

-Bueno, tampoco esperes mucho, la sociedad cambió mucho en ése tiempo, pero se mantuvo en que imagen y dinero lo eran todo.

-Qué raro…-Inquirí en tono sarcástico- ¿Por cierto, qué hay para cenar?

-Pues no sé qué es, pero me lo encontré no muy lejos, es como una especie de rata gigante, con las raíces que he recogido estará muy rico, o vomitivo, pero será comida igualmente.

Sonrió de oreja a oreja y me empujó fuera de la pequeña chabolilla que nos habíamos hecho con despojos, el coche y unas lonas.

-Ahora consígueme algo con lo que encender el fuego, esta casucha está bien, pero piensa que mañana hay que recoger todo e irnos, y tenemos que ir ligeros. Vamos, que oscurece.

-Sí, mamá –le dije con una sonrisa.

-Que te den, date prisa, en serio.

Fui a por cuatro rastrojos y las ramas que pudiera encontrar, que no fueron muchas. Miércoles estaba despellejando al pobre animal que había encontrado y había que darse prisa o empezaría a oler.

Esa misma noche llovió, temíamos volver a encontrarnos en medio de una marisma, pero por suerte no fue así. Aunque no pudimos pegar ojo mientras intentábamos que no todo se nos empapara.

Por la mañana tendimos toda la ropa, mantas, sacamos ollas, cuchillos, zapatos, todo. Todo tenía que secarse.

-Creo que no nos iremos hoy, a este paso, por lo menos.

-Calla, no llames al mal tiempo, a ver si sale un poco el sol y nos seca la ropa o algo.

A lo largo del día aprovechamos para hacer inventario de lo que nos sobraba, que no era poco. En ese tiempo habíamos acumulado gran cantidad de cacharros que “podrían servir en caso de…”, pero que no llegamos a usar para nada y sólo servían para abultar. Dejamos lo que nos sobraba a parte y nos preparamos para dormir dentro del coche esa noche. Por lo menos sabíamos que estaría seco, no había rastro de riadas por la zona así que con que no nos entrara agua por el techo bastaría.
Aunque no pareció que fuera a hacer falta, el cielo estaba despejado, y pudimos mentalizarnos para ir por la mañana a la ciudad, donde esperábamos encontrar, por lo menos, suministros y, quizás, algunos supervivientes que no hubieran perdido la razón.
-Buenas noches, hermanita.
-Buenas noches, hermanote.
-Cállate, siempre igual.
-Cállate tú, por lo menos yo dormiré bien, que quepo en mi asiento sin hacer cosas raras.
-Déjame en paz, no tengo la culpa de no ser bajito, renacuaja.
-Serás…
En aquél preciso momento un trueno ensordecedor nos dejó con la palabra en la boca mientras un rayo caía justo a nuestra derecha, donde nuestra chabola había estado durante parte del día, hasta que la deshicimos para ahorrar tiempo por la mañana.
-Tengo miedo.
-Tranquila, no pasará nada, se supone que tenemos que abrir las ventanas y no tocar la chapa del coche.
La abracé y pasamos despiertos lo que quedaba de noche a base de truenos y rayos en la tormenta eléctrica más fuerte que ninguno recordábamos.

Por la mañana estábamos molidos, no mediamos palabra, salimos del coche, agarramos las mochilas y empezamos a andar. No había mucho más que hacer. La ciudad estaba un largo día de camino. Iba a ser muy largo.